miércoles, 29 de mayo de 2013

A Chile... le escupieron en la cara

Ver ayer las imágenes de un joven que escupía a una mujer chilena, más allá de su connotación como persona (ex presidenta de Chile), me animó a escribir este artículo, con el objetivo de –nuevamente- poner sobre la mesa una realidad que desde hace ya varios meses he reflejado a través de este blog: la mala onda que predomina en el país donde vivo, y que se jacta de ser una nación en vía de desarrollo. Mi respuesta es simple: no.

No puede ser un país desarrollado, aquel donde sus ciudadanos viven amargados, estresados, con un sentido de arribismo y soberbia, que a su vez es refrendado o establecido como “modelo” por nuestras propias autoridades políticas, especialmente.

Más allá del crecimiento económico, cifras macro que proyecta una imagen país atractivo para otras naciones, que de verdad nos creen, opino que estamos en el mejor momento para dar un paso hacia adelante: generar un cambio social en positivo, con respeto. Y es lo que he plasmado en mi primer libro Buena Onda,  donde la línea transversal apunta a recuperar y reimpulsar nuestro futuro sobre la base de valores que los chilenos hemos olvidado: Respeto, Confianza, Transparencia, y porqué no decirlo: Amor.

Vuelvo al repudiable hecho de ayer ocurrido en el norte de Chile: un joven que se acerca a la ex presidenta y le escupe en la cara. ¿Qué nos está diciendo el país frente a esto? ¿Qué nos está diciendo la sucesión de hechos que todos los días, la televisión, la radio, la internet, difunde y se multiplica mediante las redes sociales como Facebook e Internet? Por Dios, qué ejemplo les estamos dando a nuestros hijos, a nuestros niños! ¿Y así esperamos que los chicos crezcan en respeto?

Pongamos las cosas en contexto. Ese escupo tiene que ver también con un tema mayor o profundo. Estamos en un momento electoral, camino a las presidenciales chilenas, y lo adelanté en este blog: serán los comicios más sucios de la historia “republicana” de nuestro país. Ayer lo comprobamos. A su vez, mucha gente, especialmente la afectada por el terremoto y que perdió hijos, hermanos, padres, abuelos durante el maremoto, también esperaba un gesto de la ex primera mandataria, reconociendo que también erró (humanamente) al no tomar las decisiones correctas en el momento que el país se lo pedía en su calidad de gobernante, para evitar pérdidas humanas. Si en pedir perdón, no hay nada malo, al contrario: engrandece.

Debo reconocer que estoy muy decepcionado. Tanto de aquellos sectores que gobernaron post-dictadura, como también de sectores que gobiernan actualmente. Repudio todo acto de agresión verbal, emocional y sicológico, que nuestros propios representantes en el Congreso proyectan a diario en las noticias. Como lo grosero que fueron aquellos diputados opositores que durante el cierre del discurso presidencial, le faltaron el respeto también al Presidente derechista Piñera.

Si a nuestros gobernantes no los respetan…qué esperamos de nuestra juventud que durante las manifestaciones se enfrascan en violentos incidentes con la policía. Cómo.

Aunque a varios de mis amigos y lectores no les guste lo que he señalado anteriormente respecto a este Chile bipolar, sigo sosteniendo que Chile es un país donde la rabia, la violencia, la soberbia y el “chaqueteo”  (cuando pueda…te jodo) está cada día más enraizado y generando más mala onda en la gente.

En mi libro BuenaOnda, y en algunos capítulos que escribí sostengo la hipótesis de la Ciudad de los Sueños, aquella ciudad, donde en vez de ser números, somos vecinos, ciudadanos, donde existe el respeto, la (sana) convivencia, el amor por nuestros hijos y el prójimo, donde no aparentamos lo que no somos, sino que somos lo que realmente queremos ser. La Ciudad de los Sueños, es posible, dice mi Libro Buena Onda, cuando la familia existe, cuando las empresas (públicas y privadas) respetan no sólo a su trabajadores y sino al medioambiente; la Ciudad de los Sueños, tiene plazas, parques, y la gente cree, confía. Y sonríe.

La Ciudad de los Sueños, en mi libro Buena Onda, abraza a otras ciudades donde no existe la disgregación. Donde la práctica deportiva y cultural, derrota a los ansiolíticos, antidepresivos, adelgazantes y energizantes.

Aquella ciudad donde saludamos, nos despedimos con afecto, felicitamos. Honramos. Recordamos la historia, valoramos lo bueno que se ha hecho, reforzamos las ideas, la creatividad, le damos la bienvenida a aquellos que llegan de otros países a buscar una oportunidad o sencillamente compartimos. La ciudad donde la lealtad se conjuga con el trabajo en equipo. Donde saboreamos la alegría. Donde disfrutamos la tertulia.

La Ciudad de los Sueños, en mi libro Buena Onda, en vez de escupir a un mandatario o maltratar a una mujer o un niño…se respeta, se valora, se quiere, se perdona.

Vale la pena creer. Así lo creo. Así lo decreto. Tanto en Chile, como en el resto de nuestra América Latina, especialmente mi Venezuela y también en Europa, sí es posible el desarrollo humano, sustentable y responsable. 


Hasta la próxima!

1 comentario:

Anónimo dijo...

En tus letras veo reflejado mi pensamieto. Lo hiciste una vez más. Por esta vez y las muchas anteriores en que tus palabras han leído mi mente........Gracias!!
Ange