viernes, 9 de abril de 2010

Los desafíos del Periodismo, tras el terremoto


“Agregue que los primeros medios de comunicación que llegaron a Talcahuano centro fueron canales internacionales, como Telefé (Argentina) y Canal Caracol de Colombia (que llegaron el domingo 28) y estuvieron instalados durante 2 días. El lunes 1 (de marzo) llegó Antena 3 (de España) y un canal Franco Canadiense, además de los reporteros de Reuters (Inglaterra) y Francexpress (Francia). Recién el día miércoles 3 llegó Chilevisión a Talcahuano centro. Con los carabineros que estaban al frente de mi casa estábamos impresionado al darnos cuenta que otros países estaban más preocupados por lo que nos pasaba que nuestros medios locales. Siento una desilusión por nuestros colegas…….”.

El párrafo anterior corresponde al testimonio de mi apreciado ex alumno y hoy periodista de la Universidad San Sebastián, Ignacio Quiróz Arrau, testigo ocular y viviente de la tragedia ocurrida en Talcahuano el pasado 27 de febrero.

Quise iniciar este artículo de esta manera, porque es la forma más precisa de graficar lo que ocurrió durante las horas y días posteriores al terremoto y maremoto que afectó el puerto de Talcahuano, y por cierto, la estratégica base de la Armada chilena, Asmar. Esta vez, quiero referirme a mi gremio. Al periodismo. A las comunicaciones.

El relato de Ignacio Quiroz, no es menor. Precisamente cuando el mundo de las comunicaciones y las nuevas tecnologías avanzan tan rápido y se hace necesario tomar espacio para reflexionar y reparar en lo bueno, lo malo y las oportunidades.

Tal como lo dije en mi primer artículo de marzo, el terremoto develó dos Chile: ese país exitoso, abierto al mundo, en camino hacia al desarrollo, próspero, justo y moderno. Pero también, ese país, donde en menos de tres minutos se cayó todo. Edificios, casas, antenas, astilleros, puentes, entre otros. Y también reveló lo frágil que éramos. Nos quedamos a obscuras en cuestión de minutos. Por una falla en el sistema interconectado central. Se cayeron todas las redes. El gobierno y nuestras autoridades quedaron durante horas (y en algunas localidades, días) en silencio.

Visto ello, aparecieron inmediatamente los periodistas. Los comunicadores sociales. Las comunidades y redes virtuales. Y empezamos un día a día lleno de imágenes, sonidos, testimonios, dolor, esperanza, sufrimiento y rabia. Cansancio. Esperas. Ganas. Miedo. Incertidumbre. Y ahí, mi gremio. El de los periodistas. Canales de televisión. Radioemisoras. Diarios. Todos entregados a informar. Pero también, para desinformar.

El problema: es hasta qué punto informamos de verdad. De manera oportuna. Responsablemente. Humanamente. Constructivamente. Logrando la atención del público, sin generar tensión y desinformación.

Mi ex alumno dice la verdad. Y me lo han corroborado no sólo periodistas, sino también profesionales, vecinos, habitantes de Talcahuano puerto, de Higueras, de Salinas, de Santa Clara, de sus cerros, todos sectores que vivieron en carne viva el maremoto, mientras en Concepción se levantaba un campamento de periodistas cubriendo desde la mal denominada “Zona Cero”. Zona Cero. Qué horror. Cómo si fuéramos Nueva York un día después de un ataque terrorista.

Lo que ocurrió no sólo en Talcahuano, sino también en otras localidades de mi región, como Lota, Coronel, Arauco, Los Ángeles, debe llevarnos a la reflexión. Precisamente porque es necesario hacer una reconstrucción no sólo física y estructural, sino también espiritual, humana y ahora, comunicacional.

No comparto la idea de que un solo medio de comunicación se transforme en el vehículo ancla y base central de operaciones de un gobierno, durante una catástrofe. Ni tampoco que sólo exista un medio oficial o estatal. Creo en el pluralismo. En la coexistencia de medios estatales y privados, donde todos trabajen de manera eficiente y equilibrada.

En Talcahuano, donde se vivió y se vive aún una tragedia mayúscula, pienso que también debieron estar medios locales y nacionales. Sin menospreciar a la prensa internacional, de la cual formo parte. Pero pienso que qué mejor que un periodista local, quien conoce su zona, sus problemas, sus proyectos, ¡su gente! Debe estar ahí para informar desde el primer minuto.

Mi colega Quiróz, da cuenta de un hecho verídico. Y que espero que nos sirva a todos los periodistas, académicos, formadores de futuros profesionales, y medios de comunicación para revisar en qué se falló, en qué se acertó, qué debemos mejorar y cómo debemos equilibrar la información al momento de la noticia.

No puedo dejar de desconocer lo difícil que fueron esos momentos. Me pongo en la situación de editores, directores, productores y pienso que debe haber sido muy difícil armar los equipos, comunicarse con ellos. Un gran amigo editor de un importante diario regional me dijo que fue imposible reanudar labores en Concepción y lo que es peor, hacerle ver a otras jefaturas en regiones, que había una tragedia mayúscula en Concepción, Talcahuano, Lota, Coronel, Arauco, Dichato.

Con el pasar de los días, me doy cuenta que este terremoto también dejó réplicas en mi gremio. En mi área. Y es lo que estoy tratando de comunicar a mis alumnos, para que sean los mejores, entre los mejores. Para que vean en la profesión de periodista, una oportunidad real de vida, de crecimiento, de aporte a nuestra sociedad. Y que por fin las regiones en Chile, sean un aporte sustantivo para los medios de comunicación en Santiago, la capital de nuestro país.

Valoro y quiero creer en la buena fe de los “rostros” o periodistas conocidos que vinieron a cubrir lo que aquí pasó y sigue ocurriendo. Valoro que se hayan omitido imágenes crudas de esta tragedia que sin duda, nos marca para siempre. Pero pienso que es el momento para que los medios de comunicación y las escuelas de periodismo, también generen un espacio de reflexión y discusión.

La próxima semana, el jueves 15, abro el ciclo de charlas y coloquios de la Escuela de Periodismo que dirijo en Concepción. Y el tema será precisamente lo que comento en este artículo. El testimonio de dos periodistas de televisión que trabajaron durante la tragedia, pero también quiero conocer sus reflexiones, su autocrítica y por cierto, los desafíos que asumen.

Como lo he señalado en mis clases: este es el momento para hacer un mejor periodismo. Para formar profesionales íntegros. Creativos. Emprendedores. Responsables.

Un gran saludo a todos, desde Concepción

Chile, a un mes del terremoto: el gran desafío

Un gran saludo a todos. A dos días de cumplirse el primer mes del terremoto ocurrido en mi país, quisiera iniciar este artículo agradeciendo a los miles de familiares, amigos y colegas que me han enviado muestras de apoyo y solidaridad. Impresionante. Bendita sean las redes sociales.

Pasando al plano periodístico, les comento que ya estoy en Talcahuano, con mi esposa y dos hijos. Lamentablemente,Cristóbal (pronto a cumplir sus 5 años de vida) es el más afectado. Según los especialistas, los niños son los que más acumulan las consecuencias de esta tragedia. Y es cierto. Tiene miedo con cualquier réplica. Y ya van más de 400.

A veces pienso, que vivir un terremoto como el ocurrido el 27-F, en el siglo XXI, época de la globalización, no es lo mismo al ocurrido hace 20, 30 o 40 años atrás. Precisamente, la globalización ha hecho que no sólo nosotros –los adultos- estemos proclives a recibir toneladas de información las 24 horas, con noticias del terremoto, el maremoto, las víctimas, y ahora…la tan manoseada palabra: reconstrucción. También los niños y los adultos mayores, son receptores activos de esta información.

¿Miedo? Por supuesto. Cómo no van a tener miedo. Por eso pienso que este es el momento para que los medios de comunicación reorienten criterios de información y equilibren las noticias, con información positiva y humana. El factor humano, que tanto les hablo a mis alumnos de Periodismo.

Para los que me leen de otros países, les comento que donde vivo, en Talcahuano, aún estamos sin agua potable. Sí. Casi 30 días sin el vital elemento. Viviendo de la recolección de agua que llega en un plástico gigante, y caminando con recipientes muy pesados. Donde vivo, Higueras, reside muchísima gente anciana, que ni me imagino cómo lo hacen para asearse. Sin agua. Y también, otros que sufren el problema de transporte, especialmente los que viven en sectores altos de Talcahuano.

Talcahuano es un drama. Después del terremoto y maremoto, la mayor parte del puerto y del centro, es destrucción. Y me acabo de informar a través de un alumno que vivió allí, la tragedia que se vive en el principal astillero marítimo de Chile y uno de los más grandes de Sudamérica: Asmar (www.asmar.cl)

Un ejemplo: la lancha misilera “Chipana”, de 450 toneladas, montada (literalmente hablando) sobre un muelle; un patrullero oceánico que se estaba construyendo para Islandia, escorado en 30 grados; el poderoso submarino “Carrera”con daños en su proa… entre otras consecuencias. Todo ello debido al maremoto de casi 15 metros de altura que destruyó este pilar estratégico de la economía chilena y por cierto, de nuestra Defensa Marítima territorial. El daño se calcula en más de 1.300 millones de dólares y la reparación se tardará 5 años.

Me decía mi alumno (hijo de autoridad militar) que este astillero sirvió como muralla para enfrentar el maremoto. Al igual que la Isla Quiriquina, cercana a Talcahuano. Que salvaje, no. Gracias a estos dos enclaves, la tragedia pudo haber sido mayúscula y yo, no lo podría estar contando.

CONFUSIÓN

Desde la última vez que escribí, Chile se ha convertido en el país de las noticias relativas a todo lo que sea reconstrucción, reparación y ayuda urgente. Curiosamente, siguen produciéndose errores en la gestión. Ahora con el nuevo gobierno del derechista Piñera, en cuanto a cifrar de manera exacta los muertos, en asignar cargos de responsabilidad (hubo problemas con un gobernador vinculado con lavado de dinero) y aquí mismo, en mi zona, hay serios enfrentamientos políticos entre la intendenta (máxima autoridad política del gobierno en la región), alcaldes y jefes de organizaciones que vienen ayuda de los damnificados. Hay imprecisiones. Hay conflicto por el tipo de vivienda que se pretenden levantar para los damnificados.

Todo lo anterior, sumado a la angustia de miles de pescadores, trabajadores y comerciantes que lo perdieron todo. Y quedaron sin trabajo.

Es confuso. Me comentaba un importante profesional de la fotografía, que ha estado cubriendo para medios internacionales y nacionales, que él mismo ha sido testigo de la pugna entre opositores y oficialistas para canalizar la ayuda extranjera.

Este colega llevó la gran noticia de una firma internacional que donaba una Escuela nueva para los miles de niños que quedaron sin salas de clases. Y adivine lo que sucedió. “Más que ayuda, me transformé en un cacho (problema) para ellos”, me decía con un dejo de impotencia. Ya que tanto el diputado oficialista como el alcalde opositor no se ponían de acuerdo dónde emplazar la Escuela que esta importante firma tecnológica mandaba de Gran Bretaña.

Dios. Con ello grafico cómo están sucediendo las cosas por acá. Mientras el frío, las lluvias y el otoño se acercan. En la región de vivo, se requieren más de 55 mil casas de emergencia.

Movimiento estudiantil

Siempre pienso que en la educación, está la clave del desarrollo. Y la región del Biobío, donde vivo, es una región potente en el área educativa. Un polo universitario. Ciudad que alberga a la tercera más grande del país (Universidad de Concepción), institutos profesionales de altísimo nivel, centro de biotecnología, centro de estudios pesqueros, forestales…

¡ Qué esperan nuestras autoridades, entonces! Hay que aprovechar este capital para reconstruir de manera sólida este país. Este es el momento de la ingeniería, de las finanzas, de la arquitectura, de la educación preescolar,media y universitaria, pero también de la sicología, del humanismo, de la filosofía, de la sociología…y por cierto…de las comunicaciones.

En primer artículo les hablé que este terremoto develó dos Chile. Ese pujante y camino al desarrollo que tanto se exhibía en foros internacionales y otro: el real. El de la ineficiencia, de la arrogancia, del atraso, de la pobreza, de la falta de rigurosidad en la supervisión de las obras, de la ambición inmobiliaria, el de la opulencia… Hasta nuestro famoso animador chileno Don Francisco, se enojó con esta realidad que le monstró un conocido periodista hispano en Miami.

Hoy, necesitamos reconstruir un país, desde la parte humana. De su espíritu. Y ahí la educación cumple un rol fundamental.

El próximo lunes 29, regresan mis alumnos a clases. Y yo los espero con una gran noticia: el desafío de ser personas, de ser grandes profesionales, solidarios, humanos, ciudadanos, trabajadores, globales y glocales, emprendedores…

Hoy cierro este artículo prometiéndome a mi mismo que Chile tiene un compromiso consigo mismo y el mundo: crecer y ser mejores.

Hasta la próxima.

Chile, Víctor y un “blackout” que apagó todo...

“Sí, mi vida cambió… y para siempre”. Sus ojos, una mezcla de tristeza, rabia, confusión y consternación. Moreno. Delgado. Pelo largo y sucio, por estas casi tres semanas posterior al terremoto 8,8 grados Richter que el pasado 27 de febrero nos cambió la vida a todos. Son las palabras de Víctor Vergara, quien junto a su hermana, se salvaron por un milagro. No divino, de su padre, quien construyó un anexo de madera a su vivienda de cemento entregada por el gobierno (casas Serviu), y gracias a ella, ellos (Víctor y su hermana) se salvaron. Pero su padre, su madre y sus dos pequeñas hermanas, no. Ellos habitaban en la casa entregada en 1998 por el gobierno chileno, previa postulación mediante ahorro habitacional, en una zona urbana de la región del Maule, en Talca.

Víctor no puede creerlo. Una casa estatal, que se vino abajo completamente y aplastó no sólo a su familia, sino que sepultó para siempre lo que para todos es normal: crecer junto a mamá y papá, estar cerca de ellos al momento de graduarse del colegio y la universidad, una boda, los hijos… Víctor tiene rabia y consternación. Lo sé.

He querido iniciar este segundo artículo desde Chile, a casi tres semanas del terremoto, en honor a él. A este joven chileno, a quien personalmente no conozco. Lo vi en las noticias, pero bastó observarlo y escucharlo para motivarme a escribir y compartir con ustedes, lo que este terremoto ha causado –socialmente- en mi país, uno de los cinco terremotos más grandes del mundo. Víctor, en honor a ti estas líneas de reflexión, pero también he querido transmitir al mundo como tú habrías querido, y con juicio crítico, un llamado hacia nuestras autoridades y del orbe, para que revisen muy bien las condiciones en que se entregan casas para familias de escasos recursos.

Han pasado tres semanas, y debo decir que el miedo continúa. Anoche, vivimos una réplica de 6,7 grados Richter, con epicentro muy cerca de aquí, en Concepción. ¡ Nuevamente, en el mar! Y lo peor de todo, muy cerca de la medianoche, en pleno toque queda. Pese a ello y al llamado de las autoridades quienes descartaron un nuevo maremoto, miles de habitantes de la costa en Talcahuano, corrieron a los cerros aledaños. Sí, el miedo persiste. Me pregunto, cuánto será el costo emocional para todos los que estamos viviendo estos días en Chile.

Todo negro

Para colmo de males, una noche antes, a eso de las 20 horas, vivimos una nueva secuela de esta tragedia natural. El famoso blackout. Un apagón de electricidad originado por una falla en una subestación eléctrica en Charrúa (también, muy cerca de Concepción), que afectó al denominado Sistema Interconectado Central (SIC) de todo Chile, de norte a sur (de Tal Tal a Chiloé), y dejando a oscuras a este país sudamericano durante más de dos horas.

Se cayó todo. Luz. Comunicaciones. Imagínese que en Santiago, la capital, 20 trenes del tren subterráneo quedaron sin servicio y generando un pánico terrible en la población. Al otro día, los vendedores de linternas y generadores de electricidad, aumentaron sus ventas de manera exponencial.

Resumamos: Un terremoto. Maremoto. Saqueos. Damnificados. Destrucción. Muerte de más de 500 chilenos (otros 200 continúan desaparecidos), más de 400 réplicas (entre los 4 y 7 grados Richter), y ahora enfrentamos la vulnerabilidad del sistema eléctrico chileno, debido a este terremoto que el 27 de febrero puso en jaque a Chile, un país que ha asumido el desafío de seguir creciendo.

Mi indignación continúa. No porque el sistema se haya caído. Es lógico. Después de un terremoto casi grado 9, es imposible que ningún sistema de suministro se vea afectado. Lo que me parece incomprensible como ciudadano y como comunicador, es que el gobierno anterior haya tardado casi 10 días después del terremoto en entregar un informe sobre la real situación de nuestra (débil) infraestructura en materia energética, según lo reconoció e informó el nuevo ministro de Energía chileno.

Si ya sufríamos por el tema del gas, en años anteriores, ahora Chile tendrá que vivir cuidando muchísimo el consumo de energía eléctrica debido a las fallas técnicas que tiene nuestro Sistema Interconectado Central, durante los próximo seis meses, que es el período en que se ha calculado que se repare y pasemos de la vulnerabilidad a la estabilidad.

Por cierto, y a propósito de carencias, aún no llega agua potable al sector donde vivo, en Higueras, Talcahuano. Y mis vecinos siguen dependiendo de la ayuda externa y de agua extraída de pozos particulares. Muy difícil todo.

Mientras escribo esta columna, desde Los Angeles, en la región del Biobío, pienso también en lo próximo que está el otoño y el invierno. Fríos que oscilaran temperaturas muy bajas. Período de las enfermedades respiratorias. Pienso en los niños y en los ancianos, también vulnerables. Y el nuevo gobierno del derechista Sebastián Piñera, trabaja a mil kilómetros por hora por tratar de reconstruir este país. Cuidando todos los flancos: salud, educación, economía. Todavía es difícil medir resultados. Lo concreto es que se ve un gobierno que está trabajando “las 24 horas del día”, como lo anticipó Piñera. Y le dio un plazo de 40 días a su ministro de Educación, Lavín, para que las clases se reanuden en la mayoría de las escuelas afectadas por el terremoto.

Chile perderá el 18 por ciento de su producto interno bruto, según lo anticipó el ministro del Interior, Hinzpeter. Vaya tragedia para nuestra economía. Pesca, industria forestal, comercio, vivienda, energía, educación, son áreas en las que se trabaja por reconstruir. El drama de la cesantía ya golpea en el sur de Chile. Pienso en los pescadores. En los obreros, en los profesores, en los pequeños y medianos empresarios.

¡A trabajar y conseguir nuestros sueños!

De a poco, algunas zonas de mi país han comenzado a levantarse. Pero sus ciudadanos, están cansados. Agotados. Duermen poco. Especialmente en aquellas próximas al mar. No quiero ni pensar, en vivir una nueva alerta de maremoto y tener que salir con mis dos pequeños hijos al cerro y llegar a una cota de por lo menos 40 metros sobre el nivel del mar.

Pero hay que salir adelante. En mi corazón, emergen las ganas de construir. De generar un espacio de discusión constructivo, humano. En mi calidad de periodista, académico pero también persona y padre de familia, quiero sumarme al esfuerzo que hacen miles de chilenos que hoy, quien seguir adelante.

Es hora de decisiones. De retomar los sueños. De construir. De compartir. Y que estas letras sirvan especialmente para mis amigos, compañeros de trabajo, colegas del periodismo, familiares, para motivarse y perseguir un objetivo.

Víctor… ánimo. El mundo sabe de ti. Sigue luchando.

MI VISION DE CHILE 13 DIAS DESPUES DEL TERREMOTO

Gracias Dios, por permitirme estar acá. Sentado frente al teclado, 13 días después del terremoto 8.8 grados Richter. 624 horas después, de aquél fatídico sábado 27 de febrero. Una pesadilla. Una tragedia. Un dolor inmenso, que sólo los que vivimos de cerca (en mi caso, metros) el maremoto, y posteriormente, nos salvamos, sabemos realmente la verdad.

He dejado estas dos primeras semanas para pensar y no escribir con la rabia que sentía horas después de la tragedia, en la casa que casi se nos vino encima o en el cerro donde escapamos. He visto horas y horas de transmisiones de noticias, cobertura en vivo nacional e internacional, he leído toda la prensa local y nacional, he hablado con amigos y colegas periodistas. Y mi mente, no olvida ningún detalle. ¡Ninguno!

Al momento de redactar este artículo, Chile se aprontaba para la asunción del empresario Sebastián Piñera como nuevo presidente; la directora de la Oficina Nacional de Emergencia presentaba su renuncia (por la presión periodística, según ella); en una de las zonas afectadas (Arauco), una autoridad municipal rechazaba el envío de mediaguas (habitaciones de emergencia de 18 metros cuadrado sin techo ni forro) por considerarlo indigno (con justa razón), y el caos en mi zona de Concepción, Talcahuano, Lota, Coronel, continuaba. Sí, y en otras zonas costeras también.

ALERTA, ESTAMOS EN TERREMOTO AÚN

El terremoto físico pasó. Y comenzamos un nuevo sismo, grado superior: las consecuencias emocionales en todos nosotros. La falta de comida, de suministros básicos. De 20 niños menores de 3 años abandonados en un Hogar, que viven la falta de agua potable. De toneladas de basura, escombros, hedor, cuerpos en descomposición que aún no se logran ubicar en la zona costera y cuyos familiares claman por su localización. De un alerta sanitaria en Talcahuano.

De miles de artículos que repiten lo mismo: los errores que se han cometido hasta ahora.
Hay miedo. Sí! Mucho miedo. Lo veo en los ojos de mi hijo mayor Cristóbal, quien a sus 4 años vivió la pesadilla en vivo y me rogó que por favor se terminara. Lo veo en los rostros de miles de porteños en Talcahuano que perdieron todo, casa, recuerdos, trabajo, empleo, y vivieron la pesadilla de los saqueos. Lo escucho en miles de chilenos que deambulan como fantasmas buscando recuerdos, bellos recuerdos, que se perdieron para siempre.

No entiendo la actitud del gobierno chileno, que hasta el momento no asume su cuota de responsabilidad en el maremoto. En la seguidilla de errores comunicacionales. En su afán de hacernos creer que todo estaba bien. Y que en tiempo récord, debemos superar. ¡Porqué!

Señores, señoras, amigos, estimados lectores… lo que sucedió en este país fue muy grave. Más allá del fenómeno natural, lo que se develó fue un Chile que escondía al interior de sus instituciones públicas, ineficiencia, falta de preparación frente a una crisis de proporción como la vivida, y algo que es peor: carencia de humildad para asumir su cuota de error al momento de decidir entre alertar y prevenir a la población, en vez de cuidar su imagen y popularidad bien ganada.

Hasta ahora, la única entidad que ha asumido parte de su responsabilidad es la Armada.

Tal como lo señalé en mis despachos a través de CNN Radio, mi familia y otros no hicimos caso a la principal autoridad de gobierno local (Jaime Tohá) cuando nos decía a través de Radio Biobio: “regresen a sus hogares, no hay alarma de tsunami”. No. No le creímos. Nos fuimos inmediatamente al cerro más cercano, sin saber aún que en ese momento las olas destruían parte de mi ciudad, de Dichato, de Penco, de Tomé, de Constitución, de Pelluhue, de Llico. Lamentablemente, muchos otros se quedaron y murieron.

Después vino lo que todos ustedes han visto por nuestra televisión chilena y la internet. Muerte. Saqueo. Miedo. Confusión. Incomunicación. Hambre. Sed. Cansancio. Angustia por saber si nuestros familiares estaban bien. Por hacerles llegar una mísera señal que estábamos vivos.

EL OTRO CHILE

Sí, Chile era otro. El de un país donde pese a sus tratados de libre comercio, de reconocimiento externo a nuestra excelente situación y conducción política y económica, éramos una Nación mentirosa.
Donde no todo el sector costero cuenta con planes de evacuación frente a un maremoto. Donde si se caen las comunicaciones, ni el gobierno ni las autoridades militares se salvan del apagón y la desconexión total de todo.

El Chile donde afloró la ambición y la sinvergüenzura de muchos “ciudadanos” que saqueaban supermercados no en busca de leche ni pañales, sino de TV Plasma, lavadoras, secadoras, maquinas de trotar, en fin.

Chile es un país de desigualdades. De ineficiencias. De ¡negligencias! Siento que este terremoto nos develó que también vivimos en un país donde la soberbia también forma parte de nuestro quehacer. Un país donde la delincuencia también está radicada en algunas inescrupulosas empresas constructoras que construyeron edificios muy caros, ostentosos, elitistas, difíciles de acceder, pero que se cayeron o colapsaron en apenas dos minutos y medio de terremoto. Un ejemplo: el edificio Alto Río, en pleno centro de Concepción, el cual se vino debajo de manera increíble y donde sus habitantes que salvaron milagrosamente, quedarán marcados por siempre debido a esos delincuentes.

Y no sólo en Concepción. En Santiago, la capital, hay edificios corporativos que en su fachada no presentan efectos del terremoto pero que en su interior hay serias fallas estructurales. Por respeto a mi fuente no diré cuál edificio forma parte junto a otros de importantes sectores de la capital que tienen orden de demolición. Un edificio cuya empresa a la que pertenece curiosamente donó miles de millones de pesos a una cruzada solidaria.

En este día 13 post terremoto, aspecto que Chile necesita reconstruirse humanamente. Socialmente. Con valores. Con base en la humildad. En la verdadera solidaridad. No el de las “casas” de emergencia de 18 metros cuadrados sin cielo ni forro.

El gobierno saliente dijo que Chile tiene una cuenta corriente y ahorros que le permiten hacer frente a los miles y miles de millones de dólares. No entiendo entonces porqué iniciar la reconstrucción con casas indignas y proyectadas para dos años más. Sí, dos años más.

Chile necesita menos soberbia. Ser más cálidos el uno con el otro. Sabios.

La zona donde vivo, sigue en caos. Vecinos incomunicados. Alerta sanitaria. Miedo a nuevos saqueos. Falta de alimentos. Gente que no se baña en las últimas dos semanas. Niños con diarrea producto de la ingesta de agua extraída artesanalmente de pozos. Gente que alucina con un plato caliente, leche pura, un pedazo de pan suave con mantequilla, fruta, y menos anuncios de que Chile se levanta.

Pánico colectivo. Siguen los rumores de un nuevo terremoto o réplica mayor.

¿Quién se ocupa de los niños y sus consecuencias sicológicas? Nuestros hijos son los que finalmente continuarán las labores de reconstrucción. Ellos, han visto todo. Reciben información en un mundo globalizado. Saben todo. Y perciben que algo no está bien.

Hoy Chile necesita que las familias estén unidas. Por eso, tengo sentimientos encontrados con llamar a trabajar para levantar en tiempo record lo que se vino abajo. Pienso que se está dejando de lado el 50% vital para que nuestro país se reconstruya. El lado humano y su equilibrio emocional.

Hay Universidades, edificios corporativos, empresas, instituciones, afectadas por el terremoto, que compiten por ser las primeras en levantarse, con el mismo afán de siempre: soberbia, interés económico.

SEÑALES DE ESPERANZA

Lo bueno: los miles de jóvenes chilenos que sobrevivieron a la tragedia y salieron a ayudar a los damnificados. A rescatar a los muertos.

Las muestras de solidaridad que hemos recibido de todo el mundo, pese a la reticiencia de nuestras autoridades de asumir que era necesario recibir esa ayuda. Nuevamente, un error.

Las redes sociales funcionaron. Bendito sea Facebook, ya que a través de este sitio pude informarle a mi familia y amigos de Chile, Venezuela, España, Argentina, Estados Unidos, Salvador, que estábamos bien. Seguramente, igual que a usted.

Bien por la cruzada solidaria en televisión que recaudó 30 mil millones de pesos chilenos. Ojalá que esa ayuda llegue pronto a los que realmente lo necesitan.

Bien por los expertos que desde hace años nos decían: ALERTA, que un terremoto está por venir en nuestra zona. Lamentablemente, los que debían atender este llamado hecho en seminarios, conferencias, reportajes, no los escucharon cómo debían.

Bien por la niña de 12 años que fue más inteligente que nuestras autoridades y alertó desde las campanas de una iglesia a la comunidad de Isla Juan Fernández, para que escaparan.

Bien por los carabineros que al igual que yo, creyeron en su instinto y alertaron a miles de pescadores y turistas en zonas costeras del Maule y Biobío.

Bien por el paramédico que perdió a su esposa y pequeño hijo en la zona del Maule, y pese a ello, siguió ayudando a los demás. En estado de shock. Pregunta: el gobierno ya lo está ayudando?

Bien por los niños, porque pese a toda esta pesadilla, aún juegan, sonríen y creen en la naturaleza, en lo simple, en el asombro, en la alegría.

Bien por aquellos efectivos policiales y fuerzas armadas que han trabajado humanamente en ayudar, proteger y solidarizar.

Un momento de reflexión por los que murieron tratando de rescatar a los demás, incluidos bebés, niños, ancianos, mujeres. Y por los que se fueron.

¿Una lección? Miles. Para todos nosotros. Incluida usted, señora presidenta Bachelet. Incluidos todas nuestras autoridades.

Chile es un país maravilloso. Pero olvidamos que la maravilla está en hacer las cosas bien. En querernos. Respetarnos. ¡Cuidarnos! Protegernos.Reconocer nuestras fallas y errores. Cultivar virtudes. Menos competitivos. Más abiertos. Solidarios de verdad, no con plata ni vuelto entregado en supermercados sin saber si efectivamente llegará a los más necesitados. Con un Estado menos protector con los más desposeídos. Un Estado que sea más proactivo, formativo, con aquellos que necesitan aprender y no imitar y aprovechar. Con un sector privado menos especulativo. Con Universidades (cuna del alma y el conocimiento) verdaderas, humanas, reflexivas, formadoras de personas y no de máquinas de trabajo….

Con un país que cuida a la familia desde el embarazo. Hasta la muerte.

Chile lo quiero, así como quiero a Venezuela , España y Estados Unidos, países donde he vivido y conocido gente maravillosa.

Aprendamos. Aprendamos de nuestros errores. Y emprendamos un vuelo distinto. Reconstruyamos almas, vidas, conciencias, corazones. Los puentes, los edificios, las calles, los muros, pueden esperar. Nuestros hijos no.

Gracias Dios por permitirme llegar a ustedes. Hasta siempre.