Uno de los deportes que me apasiona es el beisbol. Lo jugué de niño en Venezuela y aprendí a quererlo y admirarlo. Es curioso que no haya consenso dónde nació. Si en Cooperstown, en Estados Unidos, por allá por el año 1839; en Inglaterra en 1744, o quizás desde los primeros inicios de la civilización en Persia, Egipto y Grecia.
Lo concreto es que el beisbol es un deporte donde 9 jugadores por lado buscan la victoria mediante la anotación de carreras (puntos) a través de jugadas donde se mezcla: potencia física, estrategia, destreza, trabajo en equipo, control de las emociones, y donde no están supeditados al cronometro de un reloj, como el fútbol o el baloncesto. Es decir, se juega hasta que uno venza al otro durante un espacio de 9 tiempos (innings o episodios).
No es mi objetivo profundizar en lo deportivo. Pero sí extraer de este deporte, uno de los momentos más hermosos y apasionantes que pueden llegar a marcar la vida no sólo del jugador y el equipo que lo vive, sino de los aficionados protagonistas: se llama el “Juego Perfecto”.
El “Juego Perfecto” es aquel donde uno de los jugadores del equipo, que tiene como título Lanzador o Pitcher, logra en un partido evitar que los jugadores del equipo contrario no logren hacer nada frente a sus lanzamientos. Es decir, no realizan ningún punto o carrera, y ni siquiera avanzan a hacia los puestos de anotación (bases).
Es aquel partido donde este pitcher hace el mejor juego de su vida: sin carreras, sin anotaciones, sin jugadores en las bases. Y lo mejor, su equipo lo ayuda evitando que se termine este juego perfecto evitando que la bola o pelota caiga en la cancha de ellos y no permita que el jugador contrario avance hacia las bases con proyección de anotación.
Son pocos los lanzadores capaces de lograr este juego perfecto. Cada lanzamiento es analizado previamente. El lanzador además de estar inspirado, logra concentrarse durante todo el partido. Autocontrol al 100%. Conoce a cada jugador contrario. Conoce sus debilidades y fortalezas. Sabe donde lanzarle para que no golpee la bola. Se guía por su entrenador o manager. Recibe las orientaciones de su equipo que ven el partido desde otros ángulos.
A medida que avanzan los tiempos (ininngs), el resto del equipo comienza a sintonizar con el lanzador y apoyarlo aún más. La inspiración se trasfiere a ellos también. Y de ahí a los miles de espectadores que observan el partido. Cuando llega el último tiempo (Inning 9), el público se pone de pie y comienza a aplaudir, mover pañuelos, a enviarle energías positivas a este lanzador que está alcanzando una proeza.
El epílogo. Es el momento más emocionante del partido. Y también para el bateador, su rival, que estará en el dilema de golpear la bola y romper la racha perfecta de su rival, o de lo contrario, fallar y…compartir este momento histórico y vivir como parte del juego un testimonio imborrable.
Si el lanzador cumple el cometido: y logra el tercer strike (buen lanzamiento) y saca al último jugador….sin anotaciones, sin permitir ni siquiera que hayan avanzado a las bases del equipo rival… se habrá concretado lo que se denomina el “Juego Perfecto”.
Me pregunto cuánto partidos de este tipo nos ha tocado vivir. Y sin darnos cuenta. Cuántas veces hemos experimentado situaciones de crisis personales y laborales. Emocionales y físicas. Y sin darnos cuenta, perdemos la oportunidad de lograr el equilibrio perfecto que tenemos en nuestras manos: autocontrol, inspiración, motivación, pasión, amor, esfuerzo hasta el último minuto, persistencia…
Los “Juegos Perfectos” están en nuestras vidas. Los vivimos todos. Lo maravilloso es que todos somos capaces. Qué mejor testimonio que el beisbol, donde un “Juego Perfecto” puede ser concretado por un deportista joven o novato, o un veterano. Puede ser realizando en cualquier momento de su carrera deportiva. En el mejor o peor momento de su vida deportiva.
Para nosotros, está ahí. Lo podemos jugar ya. Y experimentar esa sensación maravillosa de haber vivido por un momento, que hicimos las cosas bien, de manera eficiente, humana, integradora, exitosa, querida por todos quienes rodean o confían en nosotros. Incluso aquellos que no daban un peso o dólar por nosotros.
Mi “Juego Perfecto”…tenemos tanto que vivir. Tanto que contar aún. Y con éxito. En mi caso, apuesto por vivir y con todo. ¿Se suman? ¡Buena onda para todos!
PD: un buen ejemplo del Juego Perfecto está en esta película que se las recomiendo a todos! Véanla! http://www.youtube.com/watch?v=fsl5DbOBbtU