jueves, 18 de julio de 2013

La "Mala Onda" de la Política en Chile (Análisis en Buena Onda)

Chile vive este jueves  lo que periodísticamente se le denomina como un “terremoto” político. No es común, que en plena campaña presidencial, un candidato, en este caso el derechista Pablo Longueira Montes, ex ministro de Economía del actual gobierno y uno de los hombres emblemáticos de la derecha conservadora durante y post Pinochet, decida retirarse a última hora por una depresión personal. Históricamente, nunca un candidato chileno lo había hecho.

No voy a entrar al campo de las especulaciones políticas, que si hubo o no maniobra política del propio Longueira y su partido político frente a la popularidad de Michelle Bachelet y su “nueva” izquierda.  No. Lo concreto es que fueron los hijos del propio ex ministro y senador, quienes informaron a la opinión pública de la enfermedad de su padre lo que desencadenó un impacto en el gobierno, sector oficialista, parlamentarios, medios y en los chilenos en general.

Mi análisis de este jueves apunta al tema de la depresión. A la enfermedad en sí. Y a cómo los medios de comunicación en Chile y las redes sociales, de alguna manera se han transformado en una fuente peligrosa de opinión pública. Sin ser partidario yo del partido político y del propio Longueira, me llama la atención las opiniones que han surgido en torno a la noticia de Longueira. Las burlas hacia su persona, las ironías, las caricaturas, entre otras “acciones” comunicacionales que usted puede ver en facebook, twitter, diarios, programas, etc.

Hoy escuchaba al conocido economista chileno, Rafael Garay, reconocer en su propio programa de radio que también padeció este tipo de enfermedad, que no es para mofarse ni para asomar declaraciones especulativas respecto a ella y la persona. Y que la superó. Y al mismo tiempo emplazó duras críticas a un conocido asesor político (Eugenio Tironi), por haber dejado entreabierta la posibilidad de que la depresión de Longueira fuera una estrategia política.

Al respecto, me quedo con una parte de la opinión del economista. Chile cada día incuba más soberbia. Cada día atisba más y más mala onda entre quienes hacen política. Se les escupe en la cara a una mujer y ex presidenta de Chile. La misma ex presidenta encabeza un bloque político que literalmente le escupe en la cara al presidente de turno en su última cuenta al país y más encima el mismo bloque llama a un “levantamiento político” contra el oficialismo. En definitiva, tanto los de allá como los de acá se “escupen”  unos  a otros.

Y más peligroso aún es ver cómo el mismo ambiente político se entrampa en un clima duro, competitivo y salvaje, denostador, descalificador, generando lo que hemos visto con la renuncia de Pablo Longueira: una depresión que no se sabe de qué magnitud se trata. Pero sí sabemos que cualquier tipo de depresión es una enfermedad de la mente, que tiene que ver con estados de ánimo en baja, sin razón de avanzar, de levantarse, de saludar, de trabajar…de ser feliz.

Insisto. No quiero hacer análisis político. Lo que quiero decir en esta columna de hoy es que definitivamente mi libro Buena Onda está más vigente que nunca: Chile necesita un cambio. Necesita terminar con las rencillas y polarización que no es necesario. Este país es hermoso. Tiene grandes recursos, especialmente humano. Tiene una economía donde pueden caber todos. Y no sólo un segmento minoritario. La desigualdad social conlleva precisamente a lo que Longueira y más de medio millón de chilenos sufren año a año: trastornos emocionales, depresión, bipolaridad, tristeza.

Doy gracias a Dios por haber vivido en un país maravilloso, donde conocí la alegría, el sabor, la fuerza, las ganas, las esperanzas, las ilusiones compartidas. Donde lo colectivo va de la mano del respeto, de la solidaridad, de la admiración. Del amor.

Ese país, hoy vive una violencia inusitada. Compleja. Triste. Pero igual luchan. Hoy su presidente electo, a quien le robaron la elección (en medio de un fraude histórico) recorre el mundo pidiendo apoyo y que no se olviden de Venezuela. Me refiero a Henrique Capriles Radonski, quien por cierto entre este jueves y viernes está en Chile.

Esa alegría y transparencia que viví en Venezuela, es la que extraño un poco en Chile.

Hoy, los ojos están puestos nuevamente en la política. En Longueira y su depresión. En quién asumirá en reemplazo y disputará presidencia frente a Bachelet en noviembre. Ojo también: sigue habiendo un enorme masa de chilenos que no sabe por quién votar: 10 millones.

Mi opinión: no sólo los ojos hay que poner hoy. Sino también el corazón. La depresión en Chile es muy peligrosa. Es una enfermedad silenciosa. Perturbadora. Compleja. Que nos puede llegar a todos. Sin rango de sexo, edad, recursos económicos o posición social. Conozco casos cercanos. De gente exitosa, que se ha suicidado. Gente que está muerta en vida, y transita entre calles obscuras, ruidosas, sin que nadie se dé cuenta que están deprimidos.

Chile necesita hoy un cambio. Girar hacia un clima más propositivo. Más humano. Una coalición por la unidad, la solidaridad política, económica, cultural. Un movimiento social que proponga un Plan País Feliz. Un plan país sustentable. Un Plan País Seguro...Sustentable. Humano. Donde se puede co-competir y no competir destructivamente. Donde sonreír no es sinónimo de burla ni de torpeza. Sino de transparencia.

La Buena Onda de la Política. La Buena del país. La Buena de nuestras Vidas. Pura Vida!

Hasta la próxima.

PD: ¿Hay que ser papá o mamá para empatizar con una persona cuyo hijo tiene un cáncer terminal? Puede que la tristeza enorme de Longueira se deba a ello también.  Dios bendiga a su hijo.


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