Ver ayer las
imágenes de un joven que escupía a una mujer chilena, más allá de su
connotación como persona (ex presidenta de Chile), me animó a escribir este
artículo, con el objetivo de –nuevamente- poner sobre la mesa una realidad que
desde hace ya varios meses he reflejado a través de este blog: la mala onda que
predomina en el país donde vivo, y que se jacta de ser una nación en vía de
desarrollo. Mi respuesta es simple: no.
No puede ser un
país desarrollado, aquel donde sus ciudadanos viven amargados, estresados, con
un sentido de arribismo y soberbia, que a su vez es refrendado o establecido
como “modelo” por nuestras propias autoridades políticas, especialmente.
Más allá del
crecimiento económico, cifras macro que proyecta una imagen país atractivo para
otras naciones, que de verdad nos creen, opino que estamos en el mejor momento
para dar un paso hacia adelante: generar un cambio social en positivo, con
respeto. Y es lo que he plasmado en mi primer libro Buena Onda, donde la línea transversal apunta a recuperar
y reimpulsar nuestro futuro sobre la base de valores que los chilenos hemos
olvidado: Respeto, Confianza, Transparencia, y porqué no decirlo: Amor.
Vuelvo al
repudiable hecho de ayer ocurrido en el norte de Chile: un joven que se acerca
a la ex presidenta y le escupe en la cara. ¿Qué nos está diciendo el país
frente a esto? ¿Qué nos está diciendo la sucesión de hechos que todos los días,
la televisión, la radio, la internet, difunde y se multiplica mediante las
redes sociales como Facebook e Internet? Por Dios, qué ejemplo les estamos
dando a nuestros hijos, a nuestros niños! ¿Y así esperamos que los chicos
crezcan en respeto?
Pongamos las
cosas en contexto. Ese escupo tiene que ver también con un tema mayor o
profundo. Estamos en un momento electoral, camino a las presidenciales
chilenas, y lo adelanté en este blog: serán los comicios más sucios de la
historia “republicana” de nuestro país. Ayer lo comprobamos. A su vez, mucha
gente, especialmente la afectada por el terremoto y que perdió hijos, hermanos,
padres, abuelos durante el maremoto, también esperaba un gesto de la ex primera
mandataria, reconociendo que también erró (humanamente) al no tomar las
decisiones correctas en el momento que el país se lo pedía en su calidad de
gobernante, para evitar pérdidas humanas. Si en pedir perdón, no hay nada malo,
al contrario: engrandece.
Debo reconocer
que estoy muy decepcionado. Tanto de aquellos sectores que gobernaron
post-dictadura, como también de sectores que gobiernan actualmente. Repudio
todo acto de agresión verbal, emocional y sicológico, que nuestros propios
representantes en el Congreso proyectan a diario en las noticias. Como lo
grosero que fueron aquellos diputados opositores que durante el cierre del
discurso presidencial, le faltaron el respeto también al Presidente derechista
Piñera.
Si a nuestros
gobernantes no los respetan…qué esperamos de nuestra juventud que durante las
manifestaciones se enfrascan en violentos incidentes con la policía. Cómo.
Aunque a varios
de mis amigos y lectores no les guste lo que he señalado anteriormente respecto a este Chile bipolar, sigo
sosteniendo que Chile es un país donde la rabia, la violencia, la soberbia y el
“chaqueteo” (cuando pueda…te jodo) está
cada día más enraizado y generando más mala onda en la gente.
En mi libro BuenaOnda, y en algunos capítulos que escribí sostengo la hipótesis de la Ciudad de
los Sueños, aquella ciudad, donde en vez de ser números, somos vecinos,
ciudadanos, donde existe el respeto, la (sana) convivencia, el amor por
nuestros hijos y el prójimo, donde no aparentamos lo que no somos, sino que
somos lo que realmente queremos ser. La Ciudad de los Sueños, es posible, dice
mi Libro Buena Onda, cuando la familia existe, cuando las empresas (públicas y
privadas) respetan no sólo a su trabajadores y sino al medioambiente; la Ciudad
de los Sueños, tiene plazas, parques, y la gente cree, confía. Y sonríe.
La Ciudad de los
Sueños, en mi libro Buena Onda, abraza a otras ciudades donde no existe la
disgregación. Donde la práctica deportiva y cultural, derrota a los ansiolíticos,
antidepresivos, adelgazantes y energizantes.
Aquella ciudad donde saludamos, nos despedimos con afecto, felicitamos. Honramos. Recordamos la historia, valoramos lo bueno que se ha hecho, reforzamos las ideas, la creatividad, le damos la bienvenida a aquellos que llegan de otros países a buscar una oportunidad o sencillamente compartimos. La ciudad donde la lealtad se conjuga con el trabajo en equipo. Donde saboreamos la alegría. Donde disfrutamos la tertulia.
La Ciudad de los
Sueños, en mi libro Buena Onda, en vez de escupir a un mandatario o maltratar a
una mujer o un niño…se respeta, se valora, se quiere, se perdona.
Vale la pena creer. Así lo creo. Así lo decreto. Tanto en Chile, como en el resto de nuestra América Latina, especialmente mi Venezuela y también en Europa, sí es posible el desarrollo humano, sustentable y responsable.
Hasta la próxima!