martes, 20 de agosto de 2013

La Buena Onda...de América Latina

En esta penúltima semana del mes de agosto, observo con detención lo que sucede hoy en Chile, país donde resido y de reojo: mi bella y querida América Latina. Y conforme voy informándome a través de las noticias y algunos testimonios de amigos y colegas periodistas, llego a una primera conclusión: Somos un continente oportuno, verde (aún), de un enorme capital humano (alegre y optimista) y un concepto que se me viene a la cabeza para esta columna: somos una región de Corazones  e Ideas que estamos dispuestos a re-construir aquello que se ha venido abajo.

Lo podemos aplicar a la vida personal de cada uno de nosotros. Ya sea en el plano afectivo, emocional o familiar. Como también a nivel de una sociedad que trabaja, se corporativiza cada día más y lo que es más complejo: se virtualiza a través de la masificación de las tecnologías y la internet.

Julio y Agosto, fueron meses importantes para mí porque significó un periodo intensivo de presentaciones de mi libro Buena Onda, escrito en coautoría con mi amigo publicista chileno, Francisco “Pancho” Vidal. Y en cada presentación abordamos esto de lo que hoy quiero compartir: estamos en el mejor momento para generar los cambios sociales, culturales, políticos y económicos que nuestra América Latina precisa.

Es el mejor momento para dar un paso adelante, y dejar atrás la soberbia instalada no sólo a nivel de instituciones públicas y privadas, y que mediante políticas de responsabilidad social intentan “comunicarse” o “acercarse” a la comunidad en señal de una vinculación con el medio eficiente. No. No es ese el camino.  El camino apunta a retomar la senda de los valores humanos, del respeto, de la recuperación de las confianzas, de compartir la alegría de un logro y aportar ideas en el fracaso.

Hoy, los programas presidenciales de los 9 candidatos a la presidencia en Chile, contienen conceptos aludidos a esto que venimos planteando con Pancho Vidal en Buena Onda desde el año pasado en que lo escribimos:  o apostamos por un cambio radial hacia una evolución de la persona que es respetada, querida, admirada y protegida, en el buen sentido. O sencillamente, seguimos en la violencia, en el abuso, en la manipulación.

Mi comentario apunta a que incluso, los medios de comunicación tanto tradicionales (TV, Radio y Prensa escrita) como digitales (blogs, redes sociales, señales on line) pueden ser un gran motor en este salto que América Latina precisa.

Las migraciones desde Europa, en clara señal de escapatoria a la crisis económica, hacia nuestros países latinos, grafican lo oportuno que somos para ellos. En Chile, cada día crece el número de españoles, que ya están posicionándose en puestos académicos, directivos, empresariales, sociales. Las migraciones dentro de América Latina, igual.

Si a la migración, sumamos el tema de los recursos naturales. Más vigente es este análisis: se ve reflejado en la valorización de nuestros recursos no renovables (petróleo, cobre, gas, oro, plata) y que son transados  en los mercados internacionales como moneda única y de capitalización especialmente para los grandes conglomerados.  El problema de este fenómeno económico es que nos estamos convirtiendo en una región extractiva. Todo es extraer. Y qué sucede con nuestras tierras, nuestro mar, nuestras montañas, nuestros salares, nuestras cuencas hidrográficas… ¿qué pasa con la inversión y siembre de nuestra América Latina, verde y azul?

Y para ir cerrando esta columna de día martes, me encantaría proponer la siguiente reflexión: LAS BUENAS NOTICIAS. Dónde quedaron. Quién se atreve. Qué medio de comunicación, se la juega por llevar en sus portadas, en sus noticieros prime, un % mayor de noticias relacionadas con hechos positivos, alentadores, provocadores de un cambio humano, alegre, emprendedor.

En mi reciente visita a la Universidad chilena Adolfo Ibañez, sus alumnos me mostraron la mejor cara como futuros periodistas: quieren también ser parte de la buena onda en la información. Lo que no quiere decir que se obvie o tape aquellos hechos negativos como la corrupción, los abusos, las malas prácticas. El problema está en que siento que día que pasa, nuestra sociedad, nuestra ciudad y nuestra familia se ve afecta a horas y horas de mensajes negativos, tristes y desalentadores.

Si algún Director de Medio llega a leer esta columna, lo invito a esta idea: provocar un cambio humano, diferente y entretenido poniendo como pauta informativa: aquellos hechos que producen una sensación de alivio: noticias, hechos, testimonios de éxito, de vida, de renacer, de revivir, de amar en lealtad, en respeto, de conquistar triunfos deportivos, culturales o sociales con dignidad, sabiduría y disciplina.

En esta carrera que he iniciado como escritor y que me tiene de cabeza en mi segundo libro, suelo evocar mi experiencia de vida en países maravillosos de América Latina como Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Perú y Argentina. Y llego a la conclusión, que somos un gran continente. Todos. Incluidos. Unidos. Valorando cada espacio territorial. Cada momento de la historia. Nuestra historia. Respetando el medio ambiente y el medio social. Cultural. Recuperando la pasión por la lectura, el deporte y cuidando nuestra nutrición, que cada día coquetea con la manipulación genética de sus componentes.

…y el amor. Ese amor que poetas, escritores, narradores, ensayistas y nosotros mismos llevamos dentro como protagonistas de nuestra historia. La que no queremos perder. Y vivir.

En resumen:

América Latina, es decir, nosotros, debemos despertar y evolucionar. Basta de Revoluciones. Es hora de la Evolución. Y quien se atreva a emprender este viaje (maravilloso, difícil y único) habrá logrado –a mi modo de ver- ser parte de esta maravilla que Dios nos dio: la Vida.

(Quiero dedicar esta columna a una persona cercana de mi trabajo que recientemente falleció, muy joven. Trabajador. Emprendedor. Leal. De esas personas, que uno dice: porqué. Porqué se fue. Y hoy, en momentos en que su familia lo despide...quiero dedicarte estimado Alberth, esta columna de la Buena Onda y América Latina, porque siempre te recordaré como un compañero de trabajo de lujo. Un abrazo querido amigo y buen viaje hacia el Cielo).


Hasta la próxima.

viernes, 9 de agosto de 2013

El Perdón: más allá de todo y nada

Un gran saludo a todos desde Chile. Y feliz de cerrar esta semana con la gran satisfacción de haber participado con éxito en un maravilloso encuentro de escritores en el prestigioso Centro de Extensión y Cultura de la Universidad Católica de laSantísima Concepción, acá en Concepción, al sur de Chile. Mi libro Buena Onda, escrito en coautoría con Francisco Vidal Suil, ha sido –definitivamente- una ventana que me ha permitido mirar la vida con más optimismo y también hacer un aporte en comunicación humana, horizontal y con valores.

Mi columna de hoy dice relación con las palabras del presidente chileno, Sebastián Piñera, quien ayer en conferencia pública pidió perdón a todos los chilenos, en alusión  a un informe  que detalla los errores de la Encuesta Nacional del 2012 (Censo), y que arrojó una tasa de 9,3% de omisión en el trabajo. Algo así como unos 3 millones y medio de chilenos.

“Efectivamente, se cometieron errores en la planificación, en la ejecución… el principal error fue que cerca del 9% de los chilenos no fueron encuestados. Todos los Censos tienen omisiones, pero en este caso la omisión fue más allá de lo que era recomendable”, dijo Sebastián Piñera.  Este Censo tuvo un costo para el país de cerca de 3,000 millones de pesos chilenos (60, millones de dólares).

Las críticas, los comentarios, los análisis y las quejas de un lado a otro no se han hecho esperar en este país sudamericano. Y llama la atención, el tipo de crítica: siempre destructiva, acida y carente de perspectiva.

Digamos las cosas como son: Errar es humano, pedir perdón es de grandes. Siempre lo he creído así. El perdón, a mi modo de ver, limpia. Devuelve el orden. Y matiza. Puede abrir nuevos caminos. Pero cuando se hace de verdad, con transparencia, con humildad. Y peor aún es cuando emergen los jueces, los críticos que buscan calificar dichos gestos.

Con esto no estoy midiendo el perdón del presidente chileno. Sino tendría que hacerlo también con el perdón de Jesús  en la Cruz, pidiendo por todos nosotros. O el perdón del rey español Juan Carlos, luego de ser fotografiado matando elefantes en África. O Bill Clinton luego de su escándalo en la Casa Blanca con una secretaria practicante, y reconociendo más encima que había mentido. A su mujer y al país. El perdón del Papa Benedicto XVI, por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos. Y así suma y sigue.

¿Vamos a medir el perdón del presidente chileno? ¿Con qué vara medimos semejante gesto político y humano? Nunca sabremos si el perdón de Piñera, Juan Carlos, Benedicto, Clinton, fue sincero. Sólo ellos y su corazón, lo saben.

Lo que sí quiero rescatar, y aquí viene mi propuesta, es que el sólo plantearlo ayuda. Contribuye. Facilita. Y en una de esas, genera esperanza. Que es lo siento que le falta a Chile, en momentos que este país vive  un escenario gigante de desigualdad económica y aumento de una idiosincrasia tendiente a la soberbia,  desconfianzas, chaqueteo (si estás arriba, te bajo…si estás abajo, te tiro más abajo). Y perdiéndose la oportunidad de ser un país feliz, en desarrollo, en tranquilidad. Pero no. 

Gesto como el del presidente Piñera no he visto en ningún mandatario latinoamericano desde que soy periodista hace 15 años.  Pararse frente a las cámaras, y decirle a 17 millones de habitantes que le pide perdón, es para apretarse los dientes, las manos y ceder. Y si se hace de corazón, caramba cómo enaltece.

Me pregunto, que queda para nosotros. Para aquellos que han hecho daño ya sea en la empresa, en la familia, en la amistad, en el matrimonio, en un proyecto, en un vivir.En aquellos que humillan. Que cometen un error (humano) y no lo reconocen. En aquellos que hacen daño con el martirio físico y verbal. En la violencia física a niños y mujeres. Repudiable. Donde está el perdón de ellos.

Perdón, qué gran palabra que la vida nos regala para ser mejores.  Para enmendar el rumbo. Para ser una mejor sociedad y un mejor país. Así también se puede construir. Y ser feliz. En Buena Onda.

Por eso, yo también le pido perdón a quienes he hecho sentir mal o con quienes me he equivocado. Y lo digo…sinceramente.

Hasta la próxima.