Un gran saludo a
todos desde Chile. Y feliz de cerrar esta semana con la gran satisfacción de
haber participado con éxito en un maravilloso encuentro de escritores en el
prestigioso Centro de Extensión y Cultura de la Universidad Católica de laSantísima Concepción, acá en Concepción, al sur de Chile. Mi libro Buena Onda,
escrito en coautoría con Francisco Vidal Suil, ha sido –definitivamente- una
ventana que me ha permitido mirar la vida con más optimismo y también hacer un
aporte en comunicación humana, horizontal y con valores.
Mi columna de hoy
dice relación con las palabras del presidente chileno, Sebastián Piñera, quien
ayer en conferencia pública pidió perdón a todos los chilenos, en alusión a un informe
que detalla los errores de la Encuesta Nacional del 2012 (Censo), y que
arrojó una tasa de 9,3% de omisión en el trabajo. Algo así como unos 3 millones
y medio de chilenos.
“Efectivamente,
se cometieron errores en la planificación, en la ejecución… el principal error
fue que cerca del 9% de los chilenos no fueron encuestados. Todos los Censos
tienen omisiones, pero en este caso la omisión fue más allá de lo que era
recomendable”, dijo Sebastián Piñera.
Este Censo tuvo un costo para el país de cerca de 3,000 millones de
pesos chilenos (60, millones de dólares).
Las críticas, los
comentarios, los análisis y las quejas de un lado a otro no se han hecho
esperar en este país sudamericano. Y llama la atención, el tipo de crítica:
siempre destructiva, acida y carente de perspectiva.
Digamos las cosas
como son: Errar es humano, pedir perdón es de grandes. Siempre lo he creído
así. El perdón, a mi modo de ver, limpia. Devuelve el orden. Y matiza. Puede
abrir nuevos caminos. Pero cuando se hace de verdad, con transparencia, con
humildad. Y peor aún es cuando emergen los jueces, los críticos que buscan calificar dichos gestos.
Con esto no estoy
midiendo el perdón del presidente chileno. Sino tendría que hacerlo también con
el perdón de Jesús en la Cruz, pidiendo
por todos nosotros. O el perdón del rey español Juan Carlos, luego de ser
fotografiado matando elefantes en África. O Bill Clinton luego de su escándalo
en la Casa Blanca con una secretaria practicante, y reconociendo más encima que
había mentido. A su mujer y al país. El perdón del Papa Benedicto XVI, por los
abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos. Y así suma y sigue.
¿Vamos a medir el
perdón del presidente chileno? ¿Con qué vara medimos semejante gesto político y
humano? Nunca sabremos si el perdón de Piñera, Juan Carlos, Benedicto, Clinton,
fue sincero. Sólo ellos y su corazón, lo saben.
Lo que sí quiero
rescatar, y aquí viene mi propuesta, es que el sólo plantearlo ayuda.
Contribuye. Facilita. Y en una de esas, genera esperanza. Que es lo siento que
le falta a Chile, en momentos que este país vive un escenario gigante de desigualdad económica
y aumento de una idiosincrasia tendiente a la soberbia, desconfianzas, chaqueteo (si estás arriba, te
bajo…si estás abajo, te tiro más abajo). Y perdiéndose la oportunidad de ser un país feliz, en desarrollo, en tranquilidad. Pero no.
Gesto como el del
presidente Piñera no he visto en ningún mandatario latinoamericano desde que
soy periodista hace 15 años. Pararse
frente a las cámaras, y decirle a 17 millones de habitantes que le pide perdón,
es para apretarse los dientes, las manos y ceder. Y si se hace de corazón,
caramba cómo enaltece.
Me pregunto, que
queda para nosotros. Para aquellos que han hecho daño ya sea en la empresa, en
la familia, en la amistad, en el matrimonio, en un proyecto, en un vivir.En aquellos que humillan. Que cometen un error (humano) y no lo reconocen. En aquellos que hacen daño con el martirio físico y verbal. En la violencia física a niños y mujeres. Repudiable. Donde está el perdón de ellos.
Perdón, qué gran
palabra que la vida nos regala para ser mejores. Para enmendar el rumbo. Para ser una mejor
sociedad y un mejor país. Así también se puede construir. Y ser feliz. En Buena
Onda.
Por eso, yo
también le pido perdón a quienes he hecho sentir mal o con quienes me he
equivocado. Y lo digo…sinceramente.
Hasta la próxima.
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