viernes, 9 de agosto de 2013

El Perdón: más allá de todo y nada

Un gran saludo a todos desde Chile. Y feliz de cerrar esta semana con la gran satisfacción de haber participado con éxito en un maravilloso encuentro de escritores en el prestigioso Centro de Extensión y Cultura de la Universidad Católica de laSantísima Concepción, acá en Concepción, al sur de Chile. Mi libro Buena Onda, escrito en coautoría con Francisco Vidal Suil, ha sido –definitivamente- una ventana que me ha permitido mirar la vida con más optimismo y también hacer un aporte en comunicación humana, horizontal y con valores.

Mi columna de hoy dice relación con las palabras del presidente chileno, Sebastián Piñera, quien ayer en conferencia pública pidió perdón a todos los chilenos, en alusión  a un informe  que detalla los errores de la Encuesta Nacional del 2012 (Censo), y que arrojó una tasa de 9,3% de omisión en el trabajo. Algo así como unos 3 millones y medio de chilenos.

“Efectivamente, se cometieron errores en la planificación, en la ejecución… el principal error fue que cerca del 9% de los chilenos no fueron encuestados. Todos los Censos tienen omisiones, pero en este caso la omisión fue más allá de lo que era recomendable”, dijo Sebastián Piñera.  Este Censo tuvo un costo para el país de cerca de 3,000 millones de pesos chilenos (60, millones de dólares).

Las críticas, los comentarios, los análisis y las quejas de un lado a otro no se han hecho esperar en este país sudamericano. Y llama la atención, el tipo de crítica: siempre destructiva, acida y carente de perspectiva.

Digamos las cosas como son: Errar es humano, pedir perdón es de grandes. Siempre lo he creído así. El perdón, a mi modo de ver, limpia. Devuelve el orden. Y matiza. Puede abrir nuevos caminos. Pero cuando se hace de verdad, con transparencia, con humildad. Y peor aún es cuando emergen los jueces, los críticos que buscan calificar dichos gestos.

Con esto no estoy midiendo el perdón del presidente chileno. Sino tendría que hacerlo también con el perdón de Jesús  en la Cruz, pidiendo por todos nosotros. O el perdón del rey español Juan Carlos, luego de ser fotografiado matando elefantes en África. O Bill Clinton luego de su escándalo en la Casa Blanca con una secretaria practicante, y reconociendo más encima que había mentido. A su mujer y al país. El perdón del Papa Benedicto XVI, por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos. Y así suma y sigue.

¿Vamos a medir el perdón del presidente chileno? ¿Con qué vara medimos semejante gesto político y humano? Nunca sabremos si el perdón de Piñera, Juan Carlos, Benedicto, Clinton, fue sincero. Sólo ellos y su corazón, lo saben.

Lo que sí quiero rescatar, y aquí viene mi propuesta, es que el sólo plantearlo ayuda. Contribuye. Facilita. Y en una de esas, genera esperanza. Que es lo siento que le falta a Chile, en momentos que este país vive  un escenario gigante de desigualdad económica y aumento de una idiosincrasia tendiente a la soberbia,  desconfianzas, chaqueteo (si estás arriba, te bajo…si estás abajo, te tiro más abajo). Y perdiéndose la oportunidad de ser un país feliz, en desarrollo, en tranquilidad. Pero no. 

Gesto como el del presidente Piñera no he visto en ningún mandatario latinoamericano desde que soy periodista hace 15 años.  Pararse frente a las cámaras, y decirle a 17 millones de habitantes que le pide perdón, es para apretarse los dientes, las manos y ceder. Y si se hace de corazón, caramba cómo enaltece.

Me pregunto, que queda para nosotros. Para aquellos que han hecho daño ya sea en la empresa, en la familia, en la amistad, en el matrimonio, en un proyecto, en un vivir.En aquellos que humillan. Que cometen un error (humano) y no lo reconocen. En aquellos que hacen daño con el martirio físico y verbal. En la violencia física a niños y mujeres. Repudiable. Donde está el perdón de ellos.

Perdón, qué gran palabra que la vida nos regala para ser mejores.  Para enmendar el rumbo. Para ser una mejor sociedad y un mejor país. Así también se puede construir. Y ser feliz. En Buena Onda.

Por eso, yo también le pido perdón a quienes he hecho sentir mal o con quienes me he equivocado. Y lo digo…sinceramente.

Hasta la próxima.





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