La siguiente reflexión surge anoche. Al regresar de mis clases con alumnos de un Instituto Profesional, ya tarde. Cerca de las 10 de la noche. Luego de un día intenso. Trabajado e inspirado. Y en camino a mi casa, a descansar. Era mi recorrido habitual, en pleno centro de Concepción. Cercano a todo. Tiendas. Instituciones de Gobierno. Tribunales de Justicia. Organismos policiales. Restaurantes. Medios de Comunicación. Allí. Se dio una imagen que me entristeció y preocupó.
Era un niño de menos de tres años de edad, circulando por los pasillos de una galería del Centro de Concepción, pasillo colindante con los denominados "Cafés con Piernas", o más bien centros de prostitución, drogas y seguramente otros ambientes nocivos para ese angelito que deambulaba sin saber donde estaba.
En ese momento pensé porqué. Hasta dónde somos capaces como sociedad para permitir que nuestros niños, hijos de la vida, del universo, de nuestro presente y nuestro futuro, deambulen entre el bien...y el mal. Y tan cercanos a ese inframundo obscuro.
Lo curioso, es que cuando lo vi -cercado por un par de mujeres vinculadas a ese rubro nocturno- sentí una pena enorme. Pero también una luz en ese camino de obscuridad. Vi en él, esa luz blanca o azul. Esa estrellita de amor, de esperanza, en medio de ese pasillo de luces de neón, humo a cigarro barato y droga, y alcohol. Vi en ese hijo del sol, la vida misma.
Caminé rápido y me fui a un recinto policial ubicado a tan solo tres cuadras del lugar a comentarle a un policía lo que vi. Inmediatamente, se paró de su asiento y se fue rápido al lugar a revisar esta situación. Desconozco lo que sucedió después. Quiero pensar que este policía y el pequeño hijo del sol, se encontraron. Y pudo sacarlo de ese pasillo del dolor, de la tristeza y la obscuridad. Y seguramente, habrá advertido a su madre.
Quiero pensar que este hijo del sol, este soldadito de hojalata, sigue brillando, sigue sonriendo, frente a esa violencia. Y sus lágrimas, de niño, de corazón, se transforma en esperanzas, en luz. Para todos nosotros.
Para ti, querido niño del centro de Concepción y de nuestro planeta, dedico esta reflexión e invito a los miles que me leen en Chile y el resto del mundo, a que cuidemos a nuestros niños, los respetemos y protejamos. Para ti, dedico esta poesía......
"Niño del sol, y de la luna...niño de nuestra ciudad
paciencia...porque ese pasillo oscuro y triste, no son luces de neón ni humo...
ese pasillo es sólo un momento, entre tus lágrimas y sonrisas..
y quienes te vimos o no quisieron verte, te queremos, te ayudaremos...
Sufro por verte ahí, mi corazón partío...sueña ahora con la esperanza
que otro corazón robusto y seguro vaya por ti...que la balanza de la justicia se convierta en luz y sombra frente a tus moustruos que te persiguen...
Comprendo tu mensaje, mi niño del sol y de la luna....comprendo tu dolor pero también respiro tu amor, tu nacimiento....hacia la vida....
Así, chiquitico, como eres, Un grande serás.
Así como el mar, como el bosque..como tus castillos de chocolates y amigos imaginarios...serás feliz....
Niño del sol...Niño de la Luna..."
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