Escribir. Sentir. Pensar. Vivir. Y observar
–comprensivamente- lo que nos rodea. Todo lo que nos invita a ser personas, a
ser mejores. Pese a las dificultades. Pese a los obstáculos. Vivimos momentos
claves en nuestras vidas respectivas…
Y en un país (Chile) donde las
complejidades sociales, se ven mezcladas
entre políticas, economías, culturas, diferencias y desigualdades. Pero también, en
un país donde existe espíritu y miles de personas que quieren ser protagonistas
y salir adelante. Hijos, padres, hermanos, líderes, trabajadores, empresarios.
Un país y una América Latina (y globo en general) que ha olvidado por momentos
el concepto y el valor de ser más ciudadanos, más personas.
Cuando escribo estas líneas, me remonto a
mi infancia en aquella Venezuela de calor, de alegría, de música, de un
profundo silencio bajo el mar Caribe maravillándome de la belleza marina y
corales infinitos. De montañas verdes y llanos con atardeceres crepusculares
inolvidables. Me remonto a la música nacional, al artista que conectaba con el
sentimiento y el espíritu de cada uno de sus ciudadanos: niños, jóvenes,
adultos, ancianos. Una Venezuela de ayer que sigue presente en cada uno de los
corazones que vivimos en aquellas décadas de los 80 y 90. Y que en la
actualidad, busca nuevamente recuperar lo que fue, más allá del chavismo.
Me remonto porque nuestro presente está
hecho del pasado. Lo que somos, es lo que fuimos. Y lo que seremos, dependerá
de cómo nos proyectamos y mejoramos lo que tenemos y lo que deseamos que sea
real y verdadero. Como personas, como ciudadanos, como trabajadores… como todo…
Y hoy, escribiendo sobre mi país, sobre mí,
sobre nuestras necesidades como personas, que anhelamos, queremos y
necesitamos. Escribir sobre la vida, sobre nosotros. Sobre lo que hemos
olvidado por momentos y puede ser determinante: valorarnos, creer más en
nosotros y en el resto, ser más inclusivos y generosos, y pensar que más allá
de estas complejidades que vivimos en Chile y el mundo, podemos superarnos,
poder ser mejores, podemos crecer.
Hace unos días, tuve el privilegio de
invitar a la Universidad donde trabajo (Pedro de Valdivia, en Concepción), a un
prestigioso académico, docente y amigo: Víctor Hugo García. Lo invité a hablar
de Chile, de los movimientos estudiantiles, y de la crisis económica global. Lo
invité para que con su experiencia y sabiduría, nos ayudara a entender lo que
está pasando en Chile y el Globo. Su respuesta fue: “está sucediendo que existe
una crisis de expectativas”, “las personas, ahora que saben que pueden…quieren
más y no pueden porque el modelo económico los sobreendeudó y no pueden generar
riqueza”, “hablamos de comunidades que están más empoderadas y pueden reclamar”,
“hablamos de la enorme diferencia entre el aparato público y privado y la falta
de un puente de equilibrio social”.
Víctor Hugo habló de aquello que a muchos
nos aqueja. De la dificultad que hemos tenido que sortear para salir adelante.
Habló de la pérdida de los valores cívicos. No sólo de nosotros sino de las
autoridades en general. De la ausencia de liderazgos efectivos e integradores.
Lo anterior, me sirve para escribir este
artículo después de largo tiempo. Me sirve para volver a estar en contacto con
ustedes y plantear algunas inquietudes que pueden ciertas o falsas. Depende de
ustedes. No escribo sobre la verdad.
Sino sobre lo que pienso. ¿Creemos en nosotros mismos? ¿Confiamos? Amamos
realmente lo que queremos o sencillamente vivimos marcando el paso de los
acontecimientos. ¿Valoramos lo que tenemos?, ¿Nuestra tierra maravillosa,
nuestros recursos, nuestra gente? Y pienso en mí, en mi familia, en mis amigos,
en mi ciudad, en mi país. Y en el globo donde vivirán mis hijos cuando crezcan,
y sus hijos.
En este último mes, me he dedicado a
escuchar y comprender mensajes, señales y voces de gente querida. Y leer mucho.
De fe, de experiencias, de noticias, de culturas, de ideas…y llego a la
conclusión que el ser humano es un ser maravilloso, porque dentro nosotros
tenemos un fuego interno que nos puede llevar muy lejos. Construyendo nuevos
caminos desde el origen, desde el pasado, pasando por el presente y hacia el
futuro.
Escribo este artículo desde el alma. De la
necesidad que tenía de conversar con ustedes. De compartir mis expectativas y
mis ocupaciones. De escribir sobre ideas, sobre emociones, sobre ustedes. Y
darme cuenta que nunca debemos dejar de luchar por lo que queremos y anhelamos.
Pienso en los estudiantes que quieren una mejor educación. Pienso en los niños
que quieren una mejor familia y expectativas, en los trabajadores que necesitan
sueldos dignos y climas proclives a crecer, además de menos impuestos que
desangran….
Se trata de que tú, yo, nosotros, no
perdamos el rumbo. De cuidarnos. De apoyarnos. De ser más solidarios. De hacer
de nosotros, una mejor comunidad y sociedad.
Y no olvidar lo que somos en América Latina
y nos da un sello único: somos tierra de fuego, aire, hielos, bosques… y con
esencia y pasión única: tenemos una carga fuerte de amor. Pasión. Lo dice la
historia. Nuestra historia. Y ahí no fallamos.
Pienso en nuestros desafíos como personas.
En el amor que sentimos por nosotros mismos. Y que en cada corazón y en cada
país, se vive de una manera diferente este espíritu y experiencia. Pero saben,
al final todo apunta al mismo lugar. Y ustedes saben dónde.
Un gran abrazo a todos y ¡Arriba los
corazones!
Hasta la próxima.
1 comentario:
Interesantes y refrescantes tus puntos de vista y certeros tambien los del Sr.Victor H. Garcia. Gracias por compartirnos tus comentarios.
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