México, Venezuela y Paraguay, tienen un común denominador
hoy en sus respectivos procesos políticos internos: dos gobernantes (el guaraní, Federico Franco,
y el mexicano Enrique Peña Nieto) y un candidato presidencial que está
realizando una campaña sin precedentes en la historia venezolana, Henrique
Capriles Randonski.
En el caso mexicano, el abogado y ex gobernador del Distrito
Federal mexicano, de 45 años de edad, Enrique Peña Nieto, quien acaba de ganar
las elecciones presidenciales con el 38% de las preferencias, en un país
azotado por la violencia de los cárteles del narcotráfico y que sólo en los
últimos 6 años, han muerto más de 50.000 ciudadanos en macabros asesinatos,
según cifras oficiales, y 150.000 según cifras extraoficiales.
En el caso de Paraguay, asumió el médico de 50 años de edad,
Federico Franco, quien en un cuestionado juicio político que duró menos de 48
horas, desbancó al presidente Fernando
Lugo, y en su calidad de Vicepresidente (democráticamente elegido), pasó a
ocupar la jefatura de gobierno, pese al rechazo de los principales estados
sudamericanos.
Y en Venezuela, tenemos a un abogado, de 39 años de edad,
también ex gobernador de uno de los Estados más importantes de Venezuela
(Miranda), ex vicepresidente de la Cámara de Diputados y quien en una campaña
electoral inédita en la historia venezolano, encabeza la oposición a Hugo
Chávez, para las elecciones del 7 del octubre.
Los tres son políticos que han desempeñado funciones como
gobernadores en estados estratégicos de sus respectivos países, y con éxito
tanto en lo social como en lo económico. Los tres son jóvenes y que comulgan
con doctrinas económicas de libre mercado pero con una fuerte regulación de
parte del Estado.
Los tres: Peña Nieto, Capriles Radonski y Franco, son
políticos que han entendido que sin una estrategia de alianza (incluso con
partidos políticos rivales), sin un trabajo de imagen pública presente en la
ciudadanía avalado por los medios de comunicación y las redes sociales en
internet, sencillamente es fracasar.
Peña Nieto y Capriles Radonski, son los más jóvenes. Y han
utilizado las plataformas de internet como Twitter y Facebook para masificar la
esencia de sus campañas y poder también proyectar una imagen pública cercana,
moderna y que responden a las preguntas del ciudadano-elector 2.0 de nuestra
América Latina. En el caso de Franco, si bien, es el más veterano de los tres, y no ha participado en campaña presidencial
de la misma manera que sus colegas mexicano y venezolano, es un político
guaraní que conoce los códigos de los medios de comunicación: lo que no se muestra no existe, y la televisión
y la prensa escrita es clave.
Los tres son católicos. Los tres son formales. Tienen un
lenguaje en común: vencer a la izquierda, simbolizada en Hugo Chávez, y a
través de la integración grupos opositores encabezar una coalición que los
lleve al poder. Me llama la atención que los tres políticos tienen una mirada
latinoamericana en común: generar eficiencia en la administración de los
recursos, y potenciar el rol de la empresa.
Tanto México como Venezuela son casos importantes para
nuestro continente. México la segunda economía de América Latina, y con
reservas petroleras que bien podría catapultarlo a ser el tercer productor de
crudo después de Arabia Saudita y Canadá. Venezuela, también uno de los 4
productores de petróleo más grande del mundo. Y ambos países con el mismo
problema en común: violencia e inseguridad social, y pésima distribución del
ingreso.
Tanto en Venezuela como en México, la mitad de su población
es pobre (50 millones en México, 15 millones en Venezuela). Por tanto, los desafíos no son minúsculos
para sus gobernantes. En el caso venezolano, Capriles Radonski focaliza su
campaña en estas cifras y no en atacar a Chávez.
Y en Paraguay, pese a que fue una de las economías que más
ha crecido en Sudamérica en los últimos 3 años, intereses políticos y
económicos, junto a una democracia que no se recompone por los años de
dictadura, no encuentra la salida y no se perfila como una nación sudamericana
relevante. Eso al menos, es lo que Franco intentará estabilizar, pese a que no
tiene mucho tiempo, porque el próximo año hay elecciones.
En conclusión, ojo con estos tres políticos. Los tres tienen
mucho que decir, hacer y ya lo están haciendo. Y los efectos colaterales que el
ejercicio de sus acciones en gobierno o en campaña, pueden tener en el resto de
nuestro vecindario, incluido Chile.
Hasta la próxima.
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