En mi último
artículo, les comentaba mi preocupación por los recientes acontecimientos
ocurridos en el país donde vivo: Chile. Y de un hecho que denotó –una vez más- una realidad peligrosa que está carcomiendo la
sociedad chilena: la soberbia y odio entre sus ciudadanos. El escupo en la cara
que recibió la ex presidenta chilena, Michelle Bachelet, no sólo me indignó
sino que corroboró aún más mi convicción que debo seguir escribiendo sobre el
peligro que corre Chile de encaminarse hacia un país donde el odio y la
revancha puede más que le evolución propia y en paz del ser ciudadano-humano.
Pero resulta,
estimados amigos, que horas después de este lamentable hecho, personeros del
mismo equipo de trabajo de la ex presidenta caen en este “juego” sucio que ha
envuelto a la política chilena de cara a las presidenciales de noviembre,
llamando al pueblo chileno a “tensionar” y dramatizar” la campaña electoral,
especialmente contra el gobierno.
Me pregunto: ¿qué
le está pasando a Chile? Qué ejemplo les estamos dando a nuestros niños.
Porqué, un país que tiene recursos (aún) hídricos, pesqueros, agrícolas y
lamentablemente cada vez menos en lo minero, nuestra sociedad en vez de
evolucionar… ¿se revoluciona?
Como periodista y
escritor, he tenido la oportunidad de conversar con amigos y conocidos de
variadas tendencias políticas e ideológicas.
Unos, con una visión paternalista, que Chile no está preparado para
asumir un cambio social basado en la sustentabilidad; otros con una mirada
autocomplaciente, autoflagelantes... y sin embargo, también existen quienes
creen en que sí es posible trabajar por el desarrollo de una mejor ciudad y
ciudadanía, basada en los valores que expongo en mi primer libro Buena Onda: el
respeto, la confianza, la transparencia y el amor.
Mientras en
España, hay mujeres que lloran porque deben entregar a sus hijos en colegios o
internados porque no tienen dinero para comprar alimentos, o hay otras que
deben emigrar a otros países, sin saber lo que les espera buscando una
oportunidad, en Chile vemos perder la oportunidad de crecer y comunicar de
manera sustentable, en calidad y no en cantidad.
Por ahí, se habla
que somos un país extractivo: todo es extraer, consumar y consumir, distraer,
mentir, disgregar. Y que deberíamos ser una nación más inclusiva, sembradora,
inversora de esperanzas, de trabajo humano y de calidad, de esfuerzo, de
motivación, donde los recursos humanos se cuidan y se respetan, especialmente a
los niños y nuestra tercera edad. Donde el capital intelectual se incentiva mas
no se le induce a que se vayan o caigan en la depresión de haber perdido LA
oportunidad.
Cuando escribo
este artículo sigo pensando en que desde Chile aún podemos ser protagonistas de
un cambio importante en nuestra hermosa y verde América Latina. Desde mi posición como
comunicador, y en esta incipiente carrera como escritor y redactor de
contenidos, asumo que tenemos la responsabilidad y el deber de poner los temas
sobre la mesa, de incentivar la Buena Onda, las buenas prácticas, de generar
las alianzas humanas más que comerciales. Más vida, menos crisis. Más sueños,
menos tristezas. Más alegrías y menos miedos.
La esperanza de
que somos capaces de ser motor de un cambio, ese cambio social que lo tenemos
cerca.
Y me animo.
Pronto estaré
junto a mi gran amigo y coautor Pancho Vidal en nueva presentación de nuestro
libro Buena Onda, ahora junto a dos
nuevos amigos que forman parte de R8 Hacer Ciudad-Hacer Región, en una alianza de contenidos, amistad y
porqué no decirlo: de motivar a un cambio verdadero y humano en quienes nos van
a ir a escuchar y también a dialogar.
Por ahora, sólo
invitarlos que no dejen de trabajar por este país que necesita más Buena Onda,
más esperanzas y más amor.
Hasta la próxima!
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