viernes, 5 de agosto de 2011

Proyecto Chile: Hay que creer (con respeto y confianza)


Hace dos semanas cuando reanudé la publicación de mis artículos en este blog personal, lo hice con un título: Hay que Creer. Y hoy viernes, quiero volver a repetirlo: Hay que creer. Pero además agregar otros dos conceptos: Confianza y Respeto.

Lo vivido ayer en Santiago y otras regiones de Chile, fue un escenario grosero, triste, violento y que nos aleja de un presente y futuro mejor. El nivel de odiosidad que cada día aumenta en nuestro país, el aumento de la desconfianza, de la inseguridad (incluso de nosotros mismos), la rabia, entre otros fenómenos, nos convierte en una sociedad triste, amarga y donde no se puede vivir con alegría y optimismo.

Las movilizaciones estudiantiles, tanto secundarios como universitarios, tienen un legítimo derecho: decir lo que piensan, manifestar sus preocupaciones y buscar una respuesta. Perfecto. Lamentablemente, estos chicos están cayendo en lo que no deberían haber caído: la violencia, la manipulación y la intransigencia. Eso se llama, falta de respeto. No sólo hacia la autoridad sino que hacia ellos mismos, hacia el país, hacia el futuro.

Lo que hizo el gobierno ayer, era necesario. Proteger y dar una señal de orden y respeto. 870 jóvenes y adultos detenidos por protestar de manera ilegal, y 90 policías de carabineros heridos, además de una estudiante que resultó atropellada por un vehículo particular.

¿Una pregunta? Si sus hijos comienzan a pelear y a gritarle groserías, a lanzar platos, sillas y dar vueltas los sillones de su casa, sencillamente porque no están de acuerdo con sus ideas como padres o apoderados…usted ¿qué hace?

Alcancé a ver el rostro de un carabinero perdiendo el control, producto de la violencia del momento. Yo creo que jamás imaginó ver a niños convertirse en cuasi soldados e intentando escaramuzas para replegarse y volver a contraatacar para llegar un sitio símbolo de las protestas en Chile: Plaza Italia. Como si fuera un campo de batalla.

Observé también los rostros de un matrimonio brasileño, que estaban de turismo en Santiago, y resulta que en vez de disfrutar un día maravilloso y en una ciudad atractiva, también eran objetivo de la violencia en las famosas “calles sitiadas” de la capital chilena. Seguramente, se preguntaron si era Beirut o Líbano. Terrible señal de nuestro país hacia nuestros vecinos, hacia el mundo. Para qué decir cómo nos leían hoy a través de la prensa extranjera e imágenes de cadenas internacionales.

¡Nuestro futuro!

Sin duda, la educación se ha convertido hoy en el gran tema de Chile. Pero por favor, el país es más que eso. Es su gente. Los ciudadanos. La vida. El desarrollo. Crecer. Y junto con ello, no sólo la educación, sino también la cultura, la salud, los deportes, la economía de nuestros hogares y la seguridad personal y laboral que todos anhelamos. Y necesitamos.

Percibo una odiosidad tan grande hacia nuestras actuales autoridades. Y para ser más concreto: hacia el propio presidente de la República, quien democráticamente fue elegido por los chilenos para dirigir y liderar nuestro desarrollo. Veo una oposición política callada, interesadamente ausente, criticada por las encuestas ciudadanas también, que por el bien del país y de los ciudadanos que los eligieron, podrían sumarse a un proyecto país, donde exista: diálogo (y no dejar plantado al presidente en una reunión), ideas, cohesión y soluciones.

Me refiero un proyecto país donde los ciudadanos y sus autoridades se respetan mutuamente. Y donde el liderazgo no sólo de los gobernantes sino de las propias personas, se une para salir adelante.

Creo en el liderazgo de los jóvenes, pero también siento que han perdido el rumbo en torno a cómo plantear las cosas más allá de una movilización. Siento que se ha perdido el respeto, la confianza.

El gobierno debe reconocer que ha cometido errores también de administración, especialmente en la designación de las personas idóneas para dirigir respectivas unidades de trabajo. El gobierno debe reconocer que se ha equivocado en no anticiparse oportunamente a los problemas. Y no hay nada de malo en ello. Reconocer errores es de grandes. Y corregirlos más aún, nos hace mejores. Entonces, ¿qué esperamos?

Confiemos una vez por todas en nuestras autoridades. Durante 20 años, existió en Chile una coalición a la cual se le apoyó y se le creyó: por algo fue elegida en 4 oportunidades. Y en 20 años también hubo problemas como los actuales. Entonces, porqué no darle la oportunidad a otro grupo de personas que si llegaron al mismo lugar que otros ocuparon, también merecen el respeto y la confianza.

Mi sugerencia al gobierno es buscar un diálogo inteligente y evitar soberbias. Mi sugerencia es llamar y convocar de manera urgente a interlocutores válidos, legítimos, educados, con mirada global, con espíritu ciudadano. ¡Y comunicar! Por Dios que hace falta comunicar bien y oportunamente. No creo que en este país no existan logros y buenas noticias que contarle a los propios chilenos y al mundo.
Hay que creer…respetar y confiar.

Hasta la próxima!

No hay comentarios: